¿Por qué se tiene que leer el libro “El Gran Hermano?

 

 

¿Por qué se tiene que leer el libro “El Gran Hermano?

 

 

Comentarios sobre el libro “El Gran Hermano” escrito por los periodistas Juan Carlos Calderón Vivanco y Christian Zurita Ron.

 

 

1)    “Pese a la arrogante petición ministerial yo, por mi parte, no pienso devolver el libro, que ya es un documento histórico.” Palabras de Gonzalo Ruiz Álvarez (diario El Comercio).

2)    “Juan Carlos Calderón y Christian Zurita han escrito un libro que concretiza la importancia de que ni el Estado, ni la oferta y la demanda, controlen los contenidos y los procesos de la prensa. Se trata de la crónica documentada de una trama de corrupción en las más altas esferas del autoproclamado Gobierno de la <Revolución Ciudadana>.” Santiago Roldós (revista Vistazo).

3)    “El libro <El Gran Hermano> es un ejemplo de lo que el buen periodismo de opinión puede hacer. Bien escrito, documentado de manera abundante, coherente. Permite al lector entender los entretelones de una serie de hechos de la historia reciente del país, y de la que somos testigos privilegiados. ¿No es el libro un ejemplo de lo que la Fiscalía debía indagar en los últimos doce meses?” Farith Simon (diario La Hora).

4)    “Este libro escrito por Juan Carlos Calderón y Christian Zurita es una <papa caliente> que ha levantado ampollas en el oficialismo.” Jorge Vivanco (diario Expreso).

5)    “Por ello, y para evitar que la desmemoria se imponga sobre la Ética, <El Gran Hermano> es un importante paso para evitar que el Periodismo sea lo que, en ritmo de salsa, Lavoe llamó <el periódico de ayer>.” Simón Pachano (diario El Universo).

6)    “<¡Miserables!> Porque se atrevieron a hurgar allí donde está vedado; allí donde se fraguan los grandes negociados que antes eran sólo propios de la <partidocracia>, y ahora parecen ser de todos. <Miserables> son esos periodistas que no aceptan con ciega, perruna fidelidad, las palabras del oficialismo, sino que las cuestionan.” Francisco Febres-Cordero (diario El Universo).

7)    “En la portada sólo se destaca como título <El Gran Hermano>, pero el corazón se halla en el subtítulo que aparece en página interior: <Historia de una simulación.> No sólo es un interesantísimo relato sobre los entretelones y la historia de esa investigación, sino del Gobierno de la <Revolución Ciudadana> y el espejismo de su discurso de <las manos limpias>.” Diego Araujo (diario Hoy).

8)    “La ministra de Transporte y Obras Públicas les exige a dos periodistas que retiren un libro que recientemente publicaron. De lo contrario, los acusará del delito de injuria; lo que podría implicar que terminen en la cárcel. La funcionaria pública no aclaró qué habría que hacer con los libros, si ambos periodistas aceptasen su exigencia. ¿Encajonarlos hasta el fin de los tiempos? ¿O quemarlos, como hacían Torquemada y los nazis?” Editorial del diario El Universo.

9)    “¡Todo el mundo quiere hacer negocio conmigo pues! Negocios de petróleo, financieros, sembrar teca……. Usted no se imagina los negocios de que me hablan. Yo digo siempre que es como ir al bufé dominical del Hotel Oro Verde: todo está servido. Pero no te puedes comer todo. Entonces, ¿yo qué como?” Fabricio Correa Delgado, hermano mayor del actual Presidente de la República de Ecuador, Rafael Correa Delgado.

10)                      “Poniendo una cortina de dos empresas de papel en Panamá, a su vez dueñas de empresas nacionales, o contratando a través de terceros, se llegó a lo mismo que quería evitar la ley. Esto es que los hermanos del presidente de la República contrataran con el sector público. Esto es tan sólo una ficción legal, una simulación legal, que afecta gravemente la fe pública.” Rafael Correa Delgado, Presidente de la República de Ecuador.

11)                      “El tongo tiene dos objetivos en paralelo: el de Correa, el menor (el Presidente), de cuidar las encuestas; y el de Correa, el mayor, de cuidar el billete.” Freddy Bravo.

12)                      “¿No será que la frase <por el ojo tuerto te roban, ñaño> debió más bien ser <por el ojo tuerto intenté robarte, ñaño>, y que tal <ojo tuerto> no existió, porque a tiempo se logró pillar <¿Quién lo pilló?> al Caín?” Vinicio Alvarado.

13)                      “El artículo ciento-diez del reglamento a la Ley de Contratación precisa que esa inhabilidad se circunscribe a la entidad contratante en la que intervienen los dignatarios y funcionarios. Ese artículo del reglamento fue introducido recién el treinta de abril de dos-mil-nueve. Cuando ya se había iniciado la investigación del diario Expreso es que Correa reforma el reglamento; por eso, bien podría titularse <para mi ñaño va este artículo>.” León Roldós Aguilera.

14)                      “Voy al siguiente enfoque: contratistas y sus nexos; casa de Helptec, que no vale nada en Durán; Fabricio Correa hoy ochenta millones de dólares en contratos. El mensaje que se envía es que es un pillo.” Joffre Campaña.

15)                      “Si para bailar se necesitan dos….. Y los que supuestamente <yo> influencié, ¿por qué no están demandados?” Fabricio Correa Delgado.

16)                      “Nadie ha tenido hasta el momento la solvencia testicular para ponerme una demanda penal.” Fabricio Correa Delgado.

 

 

 

 

 

Prefacio del libro “El Gran Hermano”.

 

La reaparición de Fabricio Correa Delgado, hermano mayor del actual Presidente de la República de Ecuador, en dos canales de televisión causó, la segunda semana de junio de dos-mil-diez, más de una sorpresa.

Sin inmutarse, Fabricio Correa aprovechó la tribuna televisiva para declarar que aun tenía contratos con el Gobierno en el Proyecto Multipropósito Baba, concesionado a la empresa brasileña OAS, y en la construcción de la planta de almacenamiento de gas licuado ubicada en la comuna Monteverde con la firma china Shi Asia.

Paralelamente, a varios medios de prensa escrita llegaron sendos sobres con los convenios de asociación firmados el año pasado para desarrollar diversas actividades empresariales entre esas firmas y Correa.

¿Coincidencia? Correa aprovechó de su “popularidad” en los medios para tratar de posicionar su verdad, aunque en las horas siguientes los directivos de ambas empresas desmintieron cualquier participación suya en los proyectos mencionados.

Tampoco se hizo esperar la reacción del Presidente Rafael Correa, quien ratificó que su hermano no podía tener contratos con el Estado, por la prohibición vigente en la Ley de Contratación Pública: “Mientras yo sea Presidente, mi hermano no podrá hacer contratos con el Gobierno central”, sostuvo.

El catorce de junio de dos-mil-diez se cumplió un año desde que se conoció –por denuncias periodísticas– que Fabricio Correa tenía contratos por unos ochenta millones de dólares con el régimen. Aunque inicialmente el Presidente dijo que no había nada de ilegal en que su hermano contrate con su Gobierno, con los días cambió dramáticamente su discurso, mientras las encuestas –¡tan apreciadas por el oficialismo!– daban cuenta de la caída de diez puntos en su popularidad.

A fines de junio, ante la ola de críticas generalizadas, ordenó la terminación unilateral de los contratos y pidió a los organismos de control que inicien investigaciones. También solicitó que se integre una veeduría ciudadana, que a las pocas semanas emitió un informa preliminar que determinaba que la firma de los contratos de Correa fue antiética, lo cual molestó al Presidente, quien declaró que existían falsedades en el reporte de avance.

En septiembre, la Contraloría General del Estado determinó que las empresas de Fabricio Correa participaron en contratos con el Estado, que llegaban a ciento-sesenta y siete millones de dólares, el doble de lo denunciado.

Para evadir lo que establece el artículo ciento-sesenta y dos de la Ley de Contratación Pública (prohibición de contratar a los parientes de los funcionarios públicos), Correa creó una cortina societaria. Nunca apareció a ofertar y contratar con su identidad personal, ni por compañías en las que era accionista.

De los siete informes de la Contraloría, se desprendieron responsabilidades civiles, administrativas y penales. Las auditorías se enviaron a la Fiscalía, que abrió indagaciones en dos casos. (Estos dos casos han sido desestimados, según el reporte de marzo de dos-mil-diez de la Dirección Anticorrupción de la Fiscalía).

Paralelamente, Fabricio Correa inició demandas contra el Estado, mientras se posicionaba como el primer opositor al Gobierno en los medios. De la defensa pasó al ataque. Acusó de corrupto al círculo íntimo de su hermano menor. Hábilmente desvió la atención de todas las anomalías de sus contratos con el Estado, que hoy parecen un fugaz recuerdo. Sobre todo porque en el campo judicial no hay resultados ni sancionados.

El espectáculo manda. Fabricio Correa fue invitado en calidad de figura para participar en el partido de despedida del jugador Alfonso Obregón en el estadio de la Liga. Y promocionó la formación de su partido político, con gran acogida entre los opositores al régimen.

En este contexto, Correa necesita de los medios a toda costa. Ser noticia en el país del olvido.

Indiferencia es quizá la actitud que mejor retrata a la sociedad ecuatoriana en estos últimos años, quizá décadas, frente a la corrupción.

Pese a que es un fenómeno global que afecta, en mayor o menor medida, a todos los estados, la corrupción se vuelve extremadamente peligrosa cuando deja de ser un problema, que se debe solucionar con premura, y se convierte en parte de la realidad cotidiana.

Desde la llegada del actual Gobierno, las denuncias de casos de corrupción, la mayoría sustentados y por lo tanto judicializados, no han cesado. Lo que tampoco ha sido, vale recalcarlo, extraña a todos los gobiernos de turno.

Las pruebas al canto: el enriquecimiento ilícito de los come-cheques en el Ministerio del Deporte; las relaciones turbias de exfuncionarios y militantes de Alianza País con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia); las emergencias que ampararon el Plan Relámpago, cuyas obras siguen inconclusas; los millonarios contratos en el Ministerio de la Salud, con el ejemplar caso de las furgonetas transformadas en ambulancias; los contratos de las empresas de Fabricio Correa, hermano del Presidente, con el Gobierno; los contratos de publicidad en varios ministerios, en base a ofertas con papeles falsificados; los casamientos arreglados de ciudadanos cubanos…….

La recurrencia de los casos es un síntoma evidente de impunidad. Esta, a su vez, revela falencias de fondo en todo el sistema, incapaz de actuar con eficiencia y oportunidad.

Todo el engranaje está fallando: los funcionarios se apropian de los fondos y recursos públicos como suyos sin empacho, evidenciando que los sistemas internos de control no funcionan; la Contraloría actúa <post mórtem>, cuando el perjuicio ya se ha consumado; después de meses de trabajo y más recursos empleados, el organismo de control envía sus informes a la Fiscalía, que emplea más recursos humanos y económicos para investigar.

La cadena continúa en los juzgados y tribunales de justicia, donde los procesos toman años en resolverse. ¿Cuánto cuesta al Estado toda esta investigación, que en buena parte de los casos termina en la absolución de los responsables? Sin duda muchísimo dinero, pero sobre todo mucho tiempo, un tiempo valioso que no se recupera jamás y deja sembrada en la sociedad la sensación de que no pasa nada irregular y de que todo está muy bien; de que los corruptos son casi invencibles, que viven en un paraíso soñado, donde las leyes no se aplican a los amigos del poder, sino sólo a quienes considera sus <enemigos>.

Ya lo decía el ejemplar jurista y orador Marco Tulio Cicerón hace más de dos mil años: “la ley es un asno, y en él sólo se monta el Gobierno.”

El problema de la corrupción es estructural. Hasta hoy ninguna administración la ha enfrentado en toda su diversidad, con una política transversal, con un enfoque integral, que tiene su columna vertebral en los valores que se inculcan en los hogares, en las escuelas, colegios, universidades, empresas, iglesias, medios de comunicación……

Es mucho más que una proclama, que una oferta de campaña. Es un compromiso real que se muestra en los hechos, en las prácticas que definen a los seres y a las sociedades.

En esta línea, es paradójico que a un año de haberse conocido los jugosos negocios del hermano del actual Presidente de la República de Ecuador con el Gobierno, no exista un solo sancionado por la violación flagrante a la Ley de Contratación. Es más, el principal protagonista, Fabricio Correa Delgado, ahora es un adalid de la lucha anticorrupción, invitado infaltable de algunos medios donde prima la noticia del día. Y en lugar de corregir las falencias de fondo en las entidades públicas, el actual Gobierno, a semejanza de los monarcas arcaicos, trata de matar al mensajero.

 

Por Arturo Torres, editor de investigación del diario El Comercio.

 

El libro «El Gran Hermano».

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